ARGENTINA.- Las neurociencias afirman que solo se necesitan 21 días para adoptar un hábito nuevo. Una vez superado ese tiempo, la novedad se vuelve orgánica. Esto es válido para calzarte las zapatillas y salir a correr cada mañana o para empezar a expresar lo que sentís: las fórmulas de base para construir conductas son casi idénticas. “Contrariamente a lo que muchos piensan, la felicidad no es algo que nos pasa, es algo que hacemos que nos pase”, asegura el psicólogo Martin Seligman en su libro Authentic Hapiness (Felicidad auténtica).
El primer paso para alcanzar tu objetivo es saber lo que querés lograr. Puede ser ponerles límites a los demás, hacer alguna actividad que te relaje o ser ordenada, por ejemplo. “Se trata de identificar una conducta que te resulte importante, por insignificante que parezca. Quizá pienses que si tenés grandes aspiraciones vas a obtener resultados más importantes, pero un nuevo hábito no necesita ser espectacular. Te conviene abordar un solo objetivo cumplible por vez”, recomienda el psicólogo Fernando Torrente, director del departamento de Psicología Cognitiva del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco).
¿Cómo se entrena una habilidad emocional? Igual que una física: aumentás la intensidad gradualmente. Si querés empezar a decir “no” en vez de complacer siempre a los demás, por ejemplo, al principio elegí situaciones que te demanden un costo emocional mínimo, como negarte a ir a un after office con tus compañeras de trabajo. Con el tiempo, vas a poder enfrentar otras instancias más difíciles.
“Se trata de una acción mínima que te permite ensayar con bajo riesgo una conducta. Tenés que llevarla adelante al menos durante dos semanas y observar cómo te sentís al hacerla”, propone la psiquiatra Silvia Guerra, del Hospital Carolina Tobar García.
A medida que cumplís estos objetivos simples (fuiste a una nueva clase del curso de meditación, por ejemplo), ganás seguridad para seguir avanzando en pos de tu meta final (aprender a relajarte). “Las escaleras se suben paso a paso; si pretendés hacerlo de una corrida, seguramente te agotes y abandones: cuando sucede algo así, tu mente dispara una serie de autorreproches que minan tu confianza para volver a intentarlo”, advierte Guerra. Entonces, ese hábito que iba a hacerte sentir bien cambia de signo para transformarse en una carga pendiente.
Nuevos hábitos vs. viejas conductas
Lo rutinario puede ser muy bueno. “Para realizar una tarea nueva, cualquiera sea, apelamos a la llamada ‘memoria de los procedimientos’: solo aprendemos a través de la acción, repitiendo”, explica el neurólogo Ricardo Allegri, jefe del servicio de Neurología Cognitiva de la Fundación para la Lucha contra las Enfermedades Neurológicas de la Infancia (FLENI).
Los especialistas aseguran que la clave es persistir. “El aprendizaje se da al mantener una secuencia en el tiempo”, asegura Guerra. La etapa inicial resulta una suerte de training: además de familiarizarte con lo nuevo, también enfrentás tu resistencia. “Al intentar modificar un hábito, suelen imponerse las conductas automatizadas que pretendés dejar atrás”, advierte la psiquiatra. Al principio, podés sentirte forzada e incómoda, pero al repetir la nueva experiencia la naturalizás.
No aflojar
Sabés que el nuevo hábito es un sello en el pasaporte al bienestar, pero no podés dejar de hacerte cuestionamientos y de enredarte con pensamientos negativos. “¿Y si no soy capaz de lograrlo? Voy a sentirme más frustrada que antes”, pensás. “Durante el período de consolidación, no debés perder tiempo revisando tus decisiones. Si dudás mucho, seguramente termines por desistir. Entonces, es mejor no pensar y repetir aun sin ganas, sabiendo que habrá fluctuaciones y oscilaciones del ánimo”, aconseja Torrente.
¿Te acordás de lo que te pasó cuando decidiste comprar una tablet? Buscaste información en la Web durante semanas, consultaste a todos tus amigos y conocidos techies, y terminaste agotada y confundida. “La ansiedad (muchas veces se disfraza de entusiasmo o de preocupación) distorsiona cómo nos sentimos durante el proceso de fijación de hábitos: afecta la percepción del tiempo y te hace valorar de forma negativa tus logros. Por eso, las herramientas para manejarla, como la meditación, son tan importantes”, asegura Allegri.
¿Notás que ya no tenés el mismo entusiasmo del principio, cuando decidiste adquirir una nueva conducta? Con el tiempo, la motivación inicial suele disminuir. “El desánimo forma parte del proceso. Saber que el camino tiene altibajos es un dato que te ayuda a no desertar”, dice Guerra. “Tomemos el ejemplo de la meditación: cuando estás en medio de una jornada laboral intensa no es fácil cerrar los ojos y respirar de forma consciente. Pero si sabés que vas a enfrentarte a esa dificultad, seguramente te prepares mentalmente para vencerla”, explica la psiquiatra.
“La gran paradoja de los hábitos es que se sostienen más en el tiempo cuanto más independientes funcionan de los resultados”, afirma Torrente. Esto es similar a lo que sucede con ciertas dietas: las más drásticas (esas que cumplís con el objetivo de perder más de cinco kilos antes del casamiento de tu hermano) solo se sostienen durante un período corto de tiempo. En cambio, podés mantener de por vida un plan de alimentación saludable que no tenga en cuenta la balanza. “Cuando tu nuevo hábito se alinea con tu sistema de valores, aumentás tus chances de ser constante”, asegura Torrente. Conclusión: tenés que reconsiderar tus metas, para que no jueguen en tu contra. (CE)