BUENOS AIRES – En tiempos donde no hay precios de referencia, donde la inflación es capaz de dinamitar todo tipo de bolsillos, y donde las grandes empresas marcadoras de precios se hacen un festín, un nuevo caso testigo es mencionado por una inmensa cantidad de usuarios en las redes sociales. El primer caso fue durante este año con la leche La Armonia. Con un valor en ese entonces de 28 pesos contra los 40 y algo más de La Serenísima, el sachet desapareció.
Como ahora, meses atrás el dólar subía, el peso se devaluaba, y la empresa láctea más importante del país tenía a la venta en las góndolas sus dos marcas: La Serenísima a precio más caro, y La Armonía, más barata. Con poco abastecimiento de esta última, la leche terminó desapareciendo del mercado. Algunos denunciaron esta estrategia fatal para los consumidores, sobretodo en los estratos sociales más bajos, y porque la firma Mastellone prefirió destinar esos recursos en la exportación de leche en polvo, mucho más redituable al ser un negocio dolarizado.
Ante las críticas de los consumidores por la decisión de la firma láctea, al tiempo reapareció una segunda marca, La Martona, también propiedad de La Serenísima, pero 10 pesos más cara que su antecesora, La Armonía. Negocio redondo, al menos para los hermanos Mastellone. Meses después, los consumidores denuncian lo mismo pero con el dulce de leche.
Hasta no hace tantos meses, el Dulce de Leche La Serenisima Colonial comenzó a escalar el precio hasta superar los 100 pesos, con sus nuevas variables con chocolate Águila o Chocotorta, rozando los 120. Este producto compartía góndola con su segunda marca, Casanto, a mita de precio sin pasar los 50 pesos. Pero lo bueno dura poco: hasta rato también desapareció de las góndolas y sólo queda la opción más cara.
Claramente no es un alimento de primera necesidad, pero los consumidores una vez más descargan toda su furia contra la gigante láctea que cuando vio que su segunda marca comenzó a replicar en ventas, fue retirado de todos los supermercados.