ARGENTINA (Redacción) – El 29 de diciembre de 2015, en cuanto el panameño Mayer Mizrachi, de 28 años, puso los pies en el aeropuerto de Cartagena de Indias proveniente de Estados Unidos, fue detenido por la Interpol. El Gobierno de su país había emitido una orden de captura por un supuesto delito contra la Administración Pública y pedía su extradición. En internet hay vídeos del momento de su detención y la llegada a comisaría, donde le fotografían, le toman las huellas dactilares y permanece custodiado en todo momento.
Varios meses después, Mizrachi se encuentra en La Picota, una cárcel de máxima seguridad colombiana, a la espera de su liberación o de la extradición. Pero Mayer no es un preso cualquiera. Es el creador de Criptext, una aplicación de mensajería instantánea que pretende hacerse un hueco en sectores como el de la banca móvil. Desde su celda, sigue gestionando la compañía.
La experiencia que el joven está viviendo comenzó cuando el Gobierno de Panamá contactó con su empresa a fin de encargar unas licencias de mensajería segura y privada para sus empleados, basadas en la tecnología de Criptext. Según el relato del joven, ellos entregaron a comienzos de 2014 cien licencias que comenzaron a ser utilizadas. A mediados de aquel año, hubo cambios en el Ejecutivo tras unas elecciones que ganó Juan Carlos Varela, presidente actual del país, y con ello también entre los directivos de la Autoridad Nacional para la Innovación Gubernamental (AIG).
“Nosotros reconocimos una subutilización de la plataforma. Todos los mensajes iban cifrados, nosotros no podíamos ver el contenido, [pero] vimos cómo hubo una caída [de la actividad]”, explica Mizrachi a Teknautas desde la cárcel. “Nos acercamos, les ofrecimos una extensión de contrato porque pensamos que por el cambio de gobierno perdieron tiempo y no sabían cómo usar Criptext. Resulta que el problema no era Criptext. El problema no era la plataforma, era la administración”. Mizrachi cree que lo que está viviendo es una “persecución política”: su padre tiene una relación sentimental con una hermana del entonces presidente de Panamá, Ricardo Martinelli.
La Fiscalía Primera Anticorrupción de Panamá lo acusa de haber obtenido dinero público sin haber aportado el servicio a cambio. Mizrachi dice que las licencias se entregaron y se usaron. En una página de Facebook llamada Fuerza Mayer, su equipo comparte fotos e información para la defensa de Mizrachi. Una de ellas muestra direcciones de correo electrónico de la AIG que supuestamente tienen vinculadas licencias de Criptext, incluida la del actual director del organismo, Irvin Halman.
En la cárcel, según nos cuenta, Mizrachi se ha acostumbrado a las revisiones de los guardias a las cuatro de la mañana o a estar desnudo ante sus compañeros mientras aquellos hacen la inspección. “Uno puede acostumbrarse al día a día, ya sea que el día a día sea algo relativamente… llámalo aterrorizante”. Acusa a la embajada de Panamá en Colombia de no haberse preocupado por él: “Brilla por su ausencia. No tengo ni siquiera un número al que llamar. No me han venido a visitar”.
Contactada la cancillería de Panamá explica a través de correo electrónico que “con respecto a la extradición, la solicitud se encuentra en trámite por parte de las autoridades colombianas” y que “a través de la Embajada de Panamá en Colombia, el país se ha asegurado de que la madre del detenido pudiese visitarle con regularidad, la autorización para el ingreso de comida que se ajustan a sus creencias religiosas (Mizrachi es judío), una evaluación nutricional y médica en función de sus antecedentes clínicos (también es epiléptico y sufre de una condición autoinmunológica “muy rara”, según sus palabras, que despierta ante situaciones de estrés), la autorización para que su abogado pudiese ingresar al centro penal para sostener reuniones, además del seguimiento cercano y continuo del proceso ante las instancias colombianas correspondientes”.
Sin embargo, el presidente del Colegio Nacional de Abogados de Panamá, José Alberto Álvarez, dijo que el trato hacia Mizrachi era inhumano. El emprendedor también tiene la nacionalidad jamaicana, y abogados de este país han expresado su preocupación por su compatriota. Por su parte, los familiares, mientras siguen buscando cómo liberar a Mayer, han denunciado el peligro que corre en La Picota, una cárcel de máxima seguridad en la que tiene que convivir con acusados, entre otras cosas, de tráfico de drogas. Incluso han difundido imágenes de lo que serían las situaciones de hacinamiento en las que conviven él y el resto de presos.
Ante esta situación, Mizrachi quiere concentrarse en dirigir Criptext. “Esto es lo que me da la vida acá dentro”, asegura. Puede hacer algunas cosas desde la cárcel: sus colaboradores (la empresa tiene la base en Guayaquil, Ecuador) le hacen llegar el código y él les dice qué está mal o bien. Ha estado presente en reuniones de negocios a través de conferencias telefónicas. Incluso ha comprado camisetas corporativas en Nueva York y las ha enviado a Ecuador y ha invertido en otra ‘startup’, todo ello desde el penal, según afirma.
“La situación es difícil”, resume. “Imagínate la moral de la compañía, de su equipo, que su consejero delegado sea víctima de una persecución política y esté tras las barras. Es suficiente para que todo el mundo abandone el barco. Sin embargo se ha fortalecido y se ha llenado de energías a raíz de esta situación. Nos ha dado como un nuevo propósito por el cual seguir luchando”. Mizrachi cuenta que el pasado 31 de diciembre, horas después de su detención, “a las nueve de la noche, el equipo estaba en la oficina hacking, hacking, hacking: trabajando, dándole y dándole”.
Desde fuera, Luis Loaiza es el encargado de gestionar a ese equipo de 12 personas, la mayoría desarrolladores. Él es cofundador y director de tecnología de Criptext. “Con Mayer nos comunicamos si es posible una vez al día”. “La idea es que sigamos desarrollando el producto. Me he encargado de que al menos el equipo esté motivado con el argumento de generar un significado”, continúa. “Que lo que estamos haciendo es algo que una industria necesita urgentemente. La visión la tiene muy clara el equipo, y eso los mantiene motivados tratando de trabajar”.
Más allá de WhatsApp o Telegram
Tanto Mizrachi como Loaiza coinciden en que Criptext no es solamente un competidor de WhatsApp o Telegram, sino que pretende ir más allá. En primer lugar, la app quiere que el emisor recupere el “control” sobre los mensajes: “Con Criptex nosotros cambiamos el paradigma de comunicación y le damos de vuelta el control al remitente, al creador de la información”, explica Mizrachi. Cuando el usuario envía un mensaje usando la app, lo puede borrar más adelante. También se puede ocultar un nombre, para impedir que, si una conversación se fotografía, aparezca vinculada a una identidad. La aplicación sigue así los preceptos del plugin del mismo nombre que crearon para el correo electrónico y que permitía recuperar en el momento correos electrónicos mandados por equivocación.
De hecho, Loaiza explica que la app es el pretexto para introducir su tecnología en otros ramos. “Nuestra idea es poderlo usar para que otras compañías de software y de hardware puedan implementar este protocolo y puedan enviar mensajes en tiempo real que sean cifrados”, como las licencias que pidió el Gobierno de Panamá.
Con el lanzamiento de Criptext pretendían demostrar lo que se podía hacer con ese protocolo y que va más allá de mandar simples mensajes de texto cifrados. “Nuestro principal producto no es la app, es lo que está detrás, la seguridad y conectividad bajo este protocolo. Es decir, que cualquiera podría hacer su propio Criptext usando nuestra plataforma”.
Mizrachi añade que ve Criptext como “una estrategia de mercadeo” para vender su producto, que es la tecnología. Lo que quieren demostrar con la aplicación es que esa “experiencia de mensajería tú la puedes integrar a tu banca en línea sin necesidad de saber nada de cifrado o de mensajería”.
De momento, Criptext no ha pasado por una auditoría independiente para asegurar la robustez de su criptografía. Según explica Loaiza, el encarcelamiento de Mayer también les afectó en el apartado comercial, de manera que solo quisieron centrarse y avanzar en el producto, cita El Confidencial. “Eso paró una certificación que teníamos en proceso en Estados Unidos”, explica Loaiza. “Nosotros ahora más que nada queremos probar que nuestra plataforma funciona y que es útil para negocios que quieren hacer desde conversational commerce [venta a través de apps de mensajería] hasta banca”, añade.
Por ejemplo, ellos creen que la tecnología de Criptext es muy útil para las finanzas a través del móvil. “Hoy en día, todos los bancos tienen su app”, recuerda Loaiza. “En Latinoamérica pasa bastante: el consumidor tiene que seguir usando el teléfono convencional para hacer una llamada insegura y poder dar sus datos bajo ciertas preguntas y hacer o preguntar algo al banco. Entonces la comunicación sigue siendo retrógrada, una mala experiencia para el cliente”. La gente ahora usa más la mensajería instantánea, está acostumbrada a mandar un mensaje de voz, un texto o una imagen “y que nos respondan bajo demanda, y no estar pegados en el teléfono escuchando una música y esperando a que alguien nos pueda atender del otro lado”.
Para Mizrachi, “el medio de comunicación más popular ahora es la mensajería. ¿Y donde se están quedando las empresas? Se están quedando atrás por una cierta razón: la mensajería no es fácil. Nosotros lo que estamos haciendo es habilitar este feature en todas las aplicaciones del mundo”. Tan defensor es de los chats que ya en 2011 lanzó Jigl, una app que se basaba en la plataforma de Facebook.Más tarde fue el turno de Hash, destinada a profesionales que quisieran mandar mensajes confidenciales.
En un futuro, la gente se podría acostumbrar a realizar los pagos o a distribuir información confidencial a través de un mensaje de texto, garantizando la seguridad total. Eso es lo que motiva a un joven emprendedor para seguir trabajando desde una cárcel y en condiciones que distan mucho de ser las de cualquier ‘startup’.
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