BUENOS AIRES (Redacción) – Buena parte de los avisos de búsqueda de empleo piden personas con experiencia como un requisito esencial. Hasta el día de hoy éste ha sido quizás el más importante atributo profesional que puede tener una persona. Pero la era de la experiencia parece estar llegando a su fin. Así lo explica Santiago Bilinkis en su blog Bilinkis.com.
En un mundo que cambiaba a un ritmo cansino, el pasado era la mejor base para predecir el futuro. Y a fin de cuentas, una persona experimentada es una persona con mucho pasado: alguien que enfrentó numerosas situaciones y las resolvió, acertada o equivocadamente, generando un aprendizaje valioso como parte de ese proceso que lo prepara para lidiar mejor con lo que viene.
Un subproducto frecuente de la experiencia, de todos modos, es la pérdida de la flexibilidad. Cuantas más veces hayamos resuelto un problema de cierta manera, más nos afincamos en esa metodología, más certeza sentimos de saber cómo son las cosas, más difícil se nos hace pensar que lo que funcionó hasta aquí pueda hacia adelante no funcionar.
Si imaginamos una matriz de doble entrada donde de un lado esté el nivel de experiencia y en otro el grado de flexibilidad, resulta claro que aquellos que posean ambas cualidades serán los mejor preparados para el mundo que viene, los sabios. Sin embargo, para muchos de nosotros el precio de convertirnos en expertos se paga en dogmatismo. Si tuviéramos que optar entre una y otra, ¿será mejor un experto rígido o un inexperto flexible?
En un mundo que cambia cada vez más rápido, el pasado va dejando de ser un buen predictor de lo que viene. En este contexto corremos el peligro de que la experiencia, si tiene como contrapartida la certeza, cambie su signo de valoración: deje de ser un atributo positivo y se convierta en un lastre.
El desafío, entonces, será combatir dentro nuestro el dogmatismo. Atrevernos a vivir desprovistos de certezas, poniéndole un signo de pregunta permanente al valor de nuestro conocimiento pasado.
La prospectiva es el uso del método científico para analizar la información disponible hoy y así realizar inferencias acerca del mañana. Es importante separarla de metodologías pseudocientíficas como la astrología o la adivinación, y de géneros literarios como la ciencia ficción. Una de las claves para el mundo que viene será la capacidad de tomar nuestras decisiones a futuro usando prospectiva. Necesitaremos entender cómo cambiará el mundo, cuáles serán las variaciones en el contexto hasta el momento en que nuestras elecciones tengan efecto. En un contexto así, la inexperiencia flexible será una mejor alternativa a la sabiduría que la experiencia rígida.
“El problema del mundo -dijo alguna vez con su lúcida acidez Bertrand Russell- es que los estúpidos están seguros, mientras que los inteligentes están llenos de dudas.” Esta frase, pese a tener ya más de 80 años, está más vigente que nunca. En el futuro abrir las preguntas correctas y soportar la incertidumbre de no saber la respuesta sin cerrarlas será, más que nunca, la habilidad más valiosa.