BUENOS AIRES (Redacción) – La asignación de partidas en los presupuestos del Gobierno porteño ha sido un constante reclamo por la preferencia de atender unos sectores en detrimento de otros. Pese a que se trata de decisiones políticas de elegir uno por sobre otro, el dinero mal aplicado es uno de los horrores de la política.
Desde ayer, Buenos Aires tiene su primer semáforo para peatones tecnológicos, es decir, para los alienados que caminan cabeza gacha observando su dispositivo móvil. Así, el Gobierno porteño puso en funcionamiento un sistema de luces embutidas en la vereda de Avenida del Libertador y Ramos Mejía, en Retiro, con el fin de evitar accidentes por el mal uso de los teléfonos.
Se trata de una serie de cuatro luces LED sobre Libertador, que están sincronizadas con el semáforo común y cuando la luz está por cambiar, las lámparas comienzan a titilar pasando de verde a rojo o viceversa. De esta manera, los peatones que van con la mirada hacia abajo pueden darse el «lujo» de no mirar donde deben.
Según el argumento de los funcionarios porteños, es un sistema utilizado hace relativamente poco en ciudades europeas, como la holandesa Bodegraven-Reeuwijk o la alemana Augsburg. Ahora, Buenos Aires incorpora esta pequeña ayuda a los caminantes a modo de prueba en Retiro, pero de tener un buen resultado, se ampliará al resto de la urbe.
Esto amerita dos preguntas fundamentales. Si bien el Observatorio Vial Latinoamericano asegura que un 13,8% de la gente cruza las esquinas sin mirar porque se distrajo con la pantalla o los auriculares provocando serios accidentes, el sentido común hubiese preferido otra solución: destinar fondos a la concientización y calefaccionar las escuelas públicas del sur de la Ciudad.
Mientras Larreta prefiere advertir a quienes portan celulares de alta gama de que no se accidenten, en este mismo momento las escuelas porteñas de Lugano o Mataderos, en muchos casos, no tienen calefacción.
Prioridades, que le dicen.