BUENOS AIRES (Redacción) – En la oficina de Findasense no hay tachos de basura. El afán de Tiikka hizo que los fundadores de la consultora revisaran su política respecto de los residuos generados en la empresa. «Tiikka es muy glotona, como todos los labradores. Tuvimos que quitar todos los tachos de la oficina, porque iba de uno en uno buscando cualquier cosa para comer», cuenta su «papá» y jefe Tomás Lorsch, uno de los fundadores de Findasense.
Solucionado el tema, Tiikka hace las veces de recepcionista en la consultora de negocios digitales y ama saludar a todas las personas que entran en la oficina. Cada tanto, comete uno de los peores delitos laborales: se come el almuerzo de algún compañero de trabajo. «Si huele comida, Tiikka no discrimina. Se habrá comido varios sandwiches y alguna que otra milanesa», acusa, divertido, Tomás.
Tiikka no es un caso aislado. Buenos Aires se sumó a la tendencia ya presente desde hace años en otras capitales del mundo, que incorpora a los animales en el mundo laboral: los empleados de algunas empresas van al trabajo con sus perros y hasta hay algunas compañías que optan por adoptar de forma institucional una mascota. Es la incursión en ambientes de trabajo del concepto pet friendly.
Como todo fenómeno en pleno desarrollo, aún no hay reglas definidas. El factor común en estas iniciativas es la improvisación. «Es muy sano porque cuando necesitás traer a tu mascota, podés hacerlo. Cada uno es responsable de las necesidades de su mascota en la oficina. Se ordena naturalmente. Aplicamos el mismo parámetro que con las personas. Por ejemplo, cualquier persona involucrada en un incidente violento es despedida y pasaría lo mismo con los perros. Pero, por ahora, no pasó», explica Sebastián García Padín, country manager de Findasense en el país.
En la agencia de comunicación Don el funcionamiento es parecido. «No hay reglas de convivencia. Se va viendo y charlando en el momento», dice Mariano Ricciarelli, uno de los fundadores de la agencia.
«Tenemos una idea de comunidad y trabajo en conjunto en la que todos puedan sentirse cómodos como si estuvieran en su casa. Parte de eso es traer a tu mascota si necesitás hacerlo», agrega Ricciarelli.
Havas, un grupo de comunicación y marketing que opera en más de cien países, adoptó hace tres años a Isidro. Sofía Polo es licenciada en publicidad y una de las encargadas de pasearlo de lunes a viernes. Explica que, antes de tomar la decisión, hicieron una encuesta entre los empleados. Como el resultado fue favorable se comunicaron con el programa de adopciones de una marca de alimento balanceado y conocieron a Isidro. Tenía sólo seis meses cuando llegó a la empresa.
Al principio dormía algunas noches en la oficina, pero no le gustaba quedarse solo. Entonces dos compañeras decidieron turnarse para alojarlo por las noches en sus casas y volver a llevarlo a Havas a la mañana. «Es muy lindo tenerlo acá. Te distraés un poco, salís de la monotonía de la rutina laboral. Isidro es divino. Cuando lo llevo a pasear saluda a todos con los que se cruza», relata Sofía.
Cuestión generacional
Ringo, obsesionado con los cabos sueltos, no tardó en dejar su huella en Adyouwish. Después de sus primeros días en la agencia de marketing digital, los directivos decidieron levantar y atar todos los cables que estaban a la vista. «Ahora pasó a ser parte de la oficina. Se porta muy bien. El estudio está en un edificio de oficinas, entonces cuando lo ven los empleados de otras empresas en la entrada o el ascensor, se sorprenden mucho. La gente de seguridad lo adora. Se hizo muy popular en el edificio y entre los clientes. Los más perreros le juegan y Ringo es feliz», detalla Matías Vázquez, padre de Ringo y director de Adyouwish.
Según los consultados, casi no hay casos de quejas sobre los perros entre los compañeros de trabajo o clientes. Sofía, de Havas, hace referencia a una de las excepciones. «Había un chico que trabajaba antes con nosotros al que no le gustaba Isidro, y a Isidro no le gustaba él. Se odiaban mutuamente. Isidro siempre hacía sus necesidades al lado de su escritorio, como marcando territorio. Desde que se fue ese chico no lo volvió a hacer», recuerda.
El sonido de los pasos de Wicky sobre el piso de madera resuena en todo el estudio de Jengibre. Nació hace quince años con un elemento de percusión incluido: sus uñas. Hace tres, perdió la vista, por lo que su deambular se volvió más frecuente. «A los clientes les genera ternura y conectan enseguida. Wicky es muy tranquilo y la interacción es muy buena», sostiene Romina Iannaci, mamá de Wicky y directora creativa de la agencia de branding.
Para Romina esto es posible por el perfil particular de los clientes y la agencia. «Desde el principio me pareció que tenía que ver con la identidad de la agencia ya que nuestra especialidad son locales de gastronomía y de moda, que tienen mucho que ver con esta tendencia pet friendly. Además, Wicky hace que el estudio sea un lugar más cálido, que te sientas como en tu casa», apunta.
Tomás, de Findasense, cree que es una cuestión generacional. «Mi generación cree en la idea de work-life integration (integración entre el trabajo y el resto de la vida). Traer el perro es poder traer tu vida y tus circunstancias», sintetiza.