BUENOS AIRES (ElIntra) – En la época dorada de la ciencia, la informática y el progreso tecnológico, nuevas generaciones nacen brotando verde y fuerte como la naturaleza debajo del cemento, para salir al encuentro de la experiencia en un mundo que se presenta ahora lleno de posibilidades y facilidades a la distancia de tan solo un «clic». Abrir una nueva pestaña es equivalente a correr las cortinas y despejar las ventanas empañadas de nuestra vida.
Según Darwin se trata de un proceso de evolución, donde el que no se adapta muere. Quizás, resulte complejo entender el entramado de una realidad que minuto a minuto se expande hasta casi tornarse infinita y más aun caminarla. Pero es cierto también, que esta nueva ola tiene potenciales, quienes emergen con «otro chip» incorporado, dirían las abuelas o las madres. Son los llamados ciudadanos del mundo, una especie que, por suerte, no está en extinción.
Él es Emanuel Werner. 20 años. Emprendedor e influencer. Ya fundó cuatro empresas y visitó treinta países. A simple vista además de apabullante, uno todavía pensaría que esta carta de presentación sólo le pertenece a la ficción y a un hombre con traje de gafas negras. Ni modo. A veces la realidad supera a la ficción y los hechos hablan por sí solos.
Una historia de vida de un joven con ímpetu emprendedor que, si tuviera que adivinar, diría se trataba desde un principio de un niño curioso, inquieto, contemplativo y no necesariamente un prodigio sino ávido de vida. Empezó a los doce años de edad con un proyecto que fue una Red Social, hasta hoy en día tener una consultora llamada Blanc360 dónde asesora a grandes y pequeñas empresas en Marketing y Negocios. Actualmente con 20 años, luego de un viaje a través de 30 países y 3 continentes, regresó a la Argentina con un propósito de vida muy claro, que es a través de conferencias y workshops inspirar a las personas para que puedan ser más prosperas y felices en sus vida.
Porque al fin y al cabo más que de billetes, empresas y otras maratones se trata de quien es más sabio a la hora de ver las oportunidades, hacerlas propias y coleccionar experiencias como si de figuritas en el álbum de la vida se tratase.
“A los 12 años todo empezó como un juego, dónde la curiosidad me llevo a aprender desde cómo desarrollar un sitio web desde cero, hasta construir una comunidad de gente fiel que lo visitaba cada día para generar contenido compartiendo experiencias en conjunto. Mirando a la distancia es que me di cuenta el impacto que esto tuvo en mi vida profesional hasta hoy en día”, empieza contando Emanuel a cerca de aquel “doble clic” que le prendió la lamparita.
Sí, todos pensamos en algún momento lo mismo. A tan corta edad y tantas responsabilidades a cargo entre la familia, los amigos, el trabajo, los momentos de ocio. ¿Alcanzan acaso 24 horas? “En un día normal mío intento encontrar un equilibrio entre lo profesional y mi vida personal. Soy alguien que disfruto de estar trabajando, pero también me gusta encontrar los espacios para poder relajarme y dar largas caminatas escuchando música descubriendo lugares nuevos; también siempre intento meter espacios dónde pueda compartir momentos con mi familia y amigos que son el sostén en todo lo que hago”, nos revela. Podríamos decir entonces que detrás de cada hombre, o “súper joven”, se encuentra un gran amor. El abrazo de una madre, la palmada en el hombro de papá y el “vos podes” de un amigo.
“Por los comentarios que recibido en redes sociales siempre me transmiten que tienen mucho respeto y admiración por la trayectoria que tengo con tan corta edad. Yo soy alguien que cuando me relaciono con gente de mi edad intento conversar de temas para distenderme que no tienen mucho que ver con mi vida profesional, por lo que siempre se han enterado por otros medios de lo que voy haciendo”, mientras que además nos contó cómo son las cosas “puertas adentro”.
“Mi familia al principio no entendía muy bien a que me estaba dedicando, cómo es que generaba dinero, o inclusive porque tenía reuniones en empresas, pero desde un principio me apoyaron dándome la oportunidad de que haga lo que realmente me hace feliz”, explica y agrega: “si me paso que en el medio tuve que ir rompiendo con ciertos paradigmas tradicionales que determinan que uno debe ir a una universidad para desarrollarse profesionalmente y recién después de eso trabajar o también que uno debe encontrar la estabilidad económica estando en relación de dependencia”.
Emanuel desafió la ley de “gravedad”, como un criterio de siglos pasado, dejando en claro que no todo lo que sube caerá por su propio peso, sino que aceito sus ideas, las trabajo, las pulió como quien arma durante horas un rompecabezas y las dejó volar. Un vuelo que le dio alas y lo llevó alrededor del mapamundi.
Entre tantas idas y vueltas cada destino en la geografía de su alma dejo albergado algún recuerdo y aprendizaje. “Es una de las preguntas más interesantes que me han hecho en diversas charlas. Al estar viajando como vos bien dijiste por lugares tan diferentes, también empecé a analizarlo a nivel regional, intentando encontrar los puntos en común que tenía la población de esa parte del mundo.
A la distancia puedo decir que Latinoamérica tuvo una gran influencia en mi a nivel emocional, somos una región que realmente sentimos las cosas y por eso somos tan apasionados y creativos en todo lo que hacemos.
Europa potencio al máximo mi capacidad de pensar, son una sociedad altamente reflexiva que le gusta profundizar sobre los temas al momento de conversarlos, y fue una región del mundo que me enseñó tanto a investigar para tener diferentes perspectivas sobre un mismo acontecimiento. Asia me dio una increíble capacidad espiritual, me gusta decir que fue una parte del planeta dónde tuve la capacidad de escucharme a mí mismo, navegando por un mundo interior inmenso que cada uno tenemos y solo es posible acceder si nos permitimos auto-conocernos.
Finalmente, Norteamérica, debido a la formación que fui absorbiendo de tantos libros leídos, mentores, videos vistos, entre otras fuentes de inspiración, me dieron la capacidad del hacer, es decir de poner estos tres aspectos anteriormente mencionados en acción, creo que es una región dónde la cultura del hacer es muy fuerte”, describe y nos acerca ahora a modo de herencia, a los que recién empezamos a tomar coraje para tirar las rienda, un puñado donde la formula podría ser: sensibilidad + razón + espiritualidad + acción son los ejes para convertir los sueños en mayúsculas realidades.
Ponerse en sus zapatos no solo es sentir asombro, orgullo, bienestar, alegría, satisfacción y ponerse una sonrisa en la cara; Emanuel no deja de ser todavía un joven como cualquier otro cuando se mira al espejo por la mañana, con miedos, ansiedades, incertidumbre y tantas otras turbulencias.
“¿Miedos?, muchos, y cada día aparecen nuevos. El desafío es aprender a usarlos para potenciarme, una vez leí que las personas realmente valientes y corajudas son aquellas que siguen actuando a pesar de que el miedo este ahí. Intento poner en práctica eso para no paralizarme en el proceso”, subraya. Y es que si uno lo mira puede ver a un hombre de espaldas la mano de un niño caminando con un pie y el otro, coordinados, a paso firme, alcanzando la misma sintonía; uno ya camina solo, el otro da sus primeros pasos, pero en equipo y armonía, pueden.
“Realmente no creo que sea un caso distinguido, sino un joven que a una muy corta edad decidió tomar un camino diferente al de la mayoría encontrando mi propia forma de llegar hasta el lugar que quería para poder ir cumpliendo mis sueños”, señala.
Es que los imposibles solo son posibles si dejamos que nos abrumen, el éxito está en confiar en el proceso. “Considero que recién estoy dando los primeros pasos, y cada logro que voy obteniendo es un pequeño premio en un gran recorrido que me queda por delante. Aspiro a disfrutar del trayecto, feliz por lo que hice, pero también atento a no conformarme y quedarme en eso solamente”, aclara.
Por una u otra decisión eligió volver a Argentina para influenciar y potenciar a otros. Se escuchan rumores ya quienes exclaman: “¡Cómo!, ¡¿Por qué? ¡Ni loco!”. Pero para toda pregunta hay una respuesta. “Regrese a Latinoamérica porque es la región que mi vio nacer y me pareció un buen lugar para empezar a construir mi sueño de poder ayudar a otros a ser más felices en sus vidas y creer que el potencial está adentro nuestro. Hoy en día estoy en Argentina, pero quizás mañana este en otros países, apuesto por tener un pensamiento global”, profundiza haciendo de las desigualdades catalizadores de sus ideales. Ideales que todavía tiene mucho por madurar y transitar.
Y he allí otro tema. De acá pensado a diez o veinte años, un mediano plazo, Emanuel todavía sería joven. ¿Y entonces? No caeremos fácilmente en la trampa del diagnóstico de la maduración precoz o del popular “ya no queda nada por hacer, la juventud está perdida”. “Cuando tenga 30 años de edad me gustaría poder seguir compartiendo las experiencias que voy viviendo en mi vida, para que otros puedan inspirarse y aplicarlas en sus propias vidas de forma muy práctica. Quizás a una escala aún mayor de lo que realizo hoy en día, llegando a la máxima cantidad de personas posibles. Ese es el granito de arena que quiero dejar para ir construyendo un mundo mejor día a día”, afirma.
Para este gestor y artista de su propia obra su mamá resulta una clara figura presente y referente de su quehacer por el simple y grandioso hecho de haber formado una familia unida, empatando con Mandela por haber cambiado el destino de un continente.
Una cadena de influencias que hoy toca al hombro de lector y lo deja leer sin parpadear. Para aquel que lea esto, hay un consejo. “El principal consejo que suelo dar a los emprendedores, es que no se queden estancados en la etapa de preparación, sino que salgan a la acción, que cada día logren avanzar un paso más en dirección hacia sus sueños mejorando en el proceso. Así creo que se construyen las grandes ideas, con acción masiva de forma constante”, remarca.
Entre tanta vorágine de números, acciones, movimientos, sumas, restas, edificios, llamadas y trajes acartonados, la sabiduría que habita en Emanuel se resume en la empatía. “De mi trabajo lo que amo es tener la capacidad de conocer a múltiples personas distintas cada día. Considero que realmente si nos tomamos el tiempo de hacer silencio y hablamos para preguntar de la forma más sincera posible, tenemos la posibilidad de descubrir un universo de cosas interesantes sobre él otro” y es así como las cerraduras se abren, para dejar de ser cabezas duras y cerradas, valga la redundancia. Pero hay una faceta desconocida que esconde cuando se recuesta en el sofá o en su cama, Emanuel deja ser…no, no es pintor, tampoco la cocina o el canto. Es cinéfilo. “Hay pocos estrenos mensuales que no deje sin ver. Paso muchísimas horas descubriendo películas de todas partes del mundo. Es una manera resumida de aventurarme sobre historias que en la vida real llevarían cientos de semana en desarrollarse”, admite un explorador con pies de turista, ojos de niño y fuerza de vikingo.
“Todo es posible, pero no todo es probable, y eso último depende de cada uno de ustedes.”, este es el lema de vida de un súper hombre como Ema; “de alguna manera me recuerda que tengo que seguir trabajando duro para que la probabilidad de que mis sueños se hagan realidad sea mayor”.
Mantente fuerte.