BUENOS AIRES (Redacción) – La gastronomía sin dudas que ha levantado vuelo en los últimos años en la Argentina, principalmente en Buenos Aires, donde cada barrio tiene su pequeño poló gastronómico.
En el sur porteño, si bien no está definida una ruta gastronómica salvo el pequeño polo de la avenida Emilio Castro y General Paz, el resto son pequeñas islas que se destacan por lugares lindos, atractivos, ricos y adaptados para pasar un buen rato sentados en una mesa.
De la avenida Rivadavia hacia abajo -y un poco hacia arriba tambien- podemos ubicar varios puntos en el mapa al momento de elegir un lugar donde ir a cenar.
Un clásico es el Bodegón de Villa Luro, en avenida Rivadavia y Byron, una esquina sin muchas pretenciones que a base de historia, nostalgia y lo mínimo indispensable en marketing gastronómico, convoca a multitudes que durante todo el fin de semana, por ejemplo, es imposible no tener que esperar un buen rato afuera para poder entrar. Incluso, es una esquina que, momento en que se pase por allí a la noche, siempre se podrá ver lleno el interior del salón. Todo lo que sigue, es un clásico: rico, abundante, barato y mozos de hace unas décadas.
Muy cerca de allí, en la avenida Corro y casi la vía, en Floresta, se impuso a lo largo de los años El Boliche de Darío, un lugar donde se puede comer parrillada libre (sí, con provoleta libre también), con ensalada y postre, a precios muy económicos y con un servicio ágil, abundante y rico.
Volviendo a Rivadavia, frente a la plaza San Martín de los Andes, Parador 40 pasó de ser una parrilla a un gran restaurante de sandwiches, pero no cualquier sandwich: se pueden encontrar más de cien variedades que son tremendamente grandes y, encima, los acompañan con guarnición.
Del otro lado de la esquina de la plaza, El Ciervo acumula la antiguedad de una esquina para tomar café que se amplió a heladería y ahora ocupa un gran espacio. Frente a él, Lemoncello remontó otra esquina que compite con El Ciervo pero se posiciona más para el almuerzo y la cena. Y en la otra esquina de la plaza se instaló un restaurante de dos pisos para centenares de comensales. Todo en una zona donde la calle Ramón Falcón desarrolló muchos metros cuadrados de excelencia revalorizando la zona como nunca antes había pasado.
Luego, caminando las calles internas de Villa Luro o Mataderos, uno puede recorrer dos cuadras a oscuras hasta toparse con un excelente y estético lugar para comer pizzas caseras, Hawaiian Love. Así, en todo el barrio.
Si bien estos barrios no son postales de las esquinas más cotizadas de la Ciudad, de a poco se suman más y mejores opciones.