Desde que el coronavirus se convirtió en pandemia, gran parte del mundo no tuvo más remedio que recluirse en el aislamiento para evitar millones de muertes. Esto, a su vez, genera múltiples consecuencias, sobretodo económicas. Por ello, no sólo Argentina sufre el impacto económico en los trabajadores que deben sostener sus comercios en países emergentes o en vías de desarrollo. El fenómeno es global.
En Italia, el primer país en ser epicentro luego de China, las restricciones de bares y restaurantes hizo y hace imposible la supervivencia de muchos negocios. Casi la mayoría depende exclusivamente de la asistencia del Estado. El Gobierno, a su vez, confirmó que hasta el 1 de junio no se podrá sentarse a comer en ningún establecimiento. En Florencia, por ejemplo, las tiendas no abren al no estar los turistas.
En el caso de Francia, el primer ministro Édouard Philippe anunciará la primera fase del desconfinamiento desde los próximos días con la bicicleta como el medio de transporte más recomendado y nuevas flotas de micros interurbanos. Todos viajarán con barbijo y separados asientos de por medio. Pero a un café, aún no.
En Bélgica, el Gobierno aprobó la reapertura de los comercios desde el lunes con nuevos protocolos de seguridad y distancia social como medida determinante. Además, cada ciudadano podrá recibir hasta cuatro personas de visita en su hogar. En España, aún en debate, se relajó el aislamiento pero bajo numerosos controles al menos hasta el 24 de mayo.
El denominador común en la mayoría de los países es la necesidad de que la gente vuelva a la rutina diaria para que a su vez los comercios puedan recuperar la actividad. América, además, ingresa en la temporada de bajas temperaturas, sobretodo en el sur del continente. Incluso, se cree que deberán pasar al menos tres meses más para que todo el sector comience a recuperar los mejores momentos.