No es novedad. La crisis económica del país, la disparada del dólar, la inflación, el desempleo, el costo de vida y las tarifas de los servicios públicos fueron el combo letal para terminar de destruir a los clubes de barrio que intentan evitar caer en lo más profundo de la tristeza y la desesperación.
Ni en la crisis del 2001 vivenciaron lo que hoy sí ocurre: más allá de la inflación y el dólar, el cambio de reglas con las tarifas de los servicios públicos fue suficiente como para aniquilar la vida útil de estas sociedades de fomento.
¿Qué hacen los clubes de barrio?
Además de deporte, TODO. Trabajan con los chicos de la calle, porque los reciben y los integran en el deporte, compiten, socializan, salen de la calle con un peligroso tiempo ocioso, comen algo y reciben esperanza de cara al futuro.
Pero quienes llevan todo eso adelante deben pagar por las instalaciones de ese club, que desde hace 2 años debe saldar las facturas de luz, agua, gas ABL y todo impuesto conocido, hasta 10 veces más. Así, técnicamente es imposible, porque a lo sumo podrían vivir de la cuota mensual de los socios o padres de los nenes, pero no,
Casi nadie paga, y si pagan son cifras irrisorias. En ese contexto, sin apoyo del Estado pese a la importancia que representan, la cuenta regresiva ya comenzó. Para tomar dimensión de la crisis, desde 2016 a la fecha las tarifas crecieron más del 2.000 por ciento, y los morosos de los pocos que pagaban, superó el 50 por ciento.
Así las cosas, sólo se trata de tiempo. Una agonía lenta y dolorosa que tiene más de una consecuencia.